Pero, además, la organización posee en sí misma una contradicción que marca su funcionamiento; y es que, de una parte, se crea para ser algo estable que proporcione certidumbre; pero por otra, tiene la necesidad de adaptarse de manera rápida al entorno cambiante. Un entorno que se está convirtiendo cada vez en algo más turbulento e impredecible.
4 claves para la gestión exitosa de la organización como sistema.
Aunque existen muchas y variadas perspectivas para la gestión de los sistemas organizativos, en este caso y de forma breve, quiero destacar cuatro claves que aparecen en todos los sistemas y que debemos administrar de forma adecuada para mejorar su rendimiento:
a)Fricción: todos los sistemas en su funcionamiento producen fricciones que provocan un desgaste de energía importante y que requieren esfuerzos superiores, normalmente con resultados inferiores. En este sentido, la clave está en identificar los lugares donde se están produciendo esas fricciones y eliminarlas o rebajarlas.
b)Repetitividad: igual que existe la fricción, también en las organizaciones y en los sistemas aparecen buenas prácticas que permiten obtener el éxito. Es fundamental que las identifiquemos y que logremos su repetición y replicación en otras partes del sistema. La repetitividad de la buena práctica tiene la capacidad de elevar rápidamente el rendimiento gracias al efecto de base instalada y de red.
c)Bucle positivo de feedback: cuando hemos reducido la fricción y encontrado buenas practicas y las hemos instalado en la organización para repetirlas de forma continua, es relevante obtener feedback de dichas actividades para que se genere un bucle positivo en otras áreas en las que esa actividad es concurrente y así conseguir que se vaya extendiendo.
d)Velocidad: los anteriores puntos adquieren más valor si se hacen de forma rápida. Ante este entorno cambiante, es fundamental que la organización se mueva rápido y sea ágil para responder ante los retos. La velocidad potencia la competitividad.
Como vemos, son conceptos muy sencillos y no técnicos o “hard”, sino más bien “soft” que nos ayudan a gestionar de forma adecuada la complejidad de los sistemas. Estos cuatro puntos deben ser pautas que han de dirigir nuestra actuación como gestores.
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